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El fenómeno en Montevideo que ha llevado al exponencial crecimiento de espacios urbanos dedicados al encuentro, está en gran medida vinculado al “foodie style”, donde
la cultura del café a veces es la vedette o tan solo una excusa en una propuesta gastronómica. La evolución es producto de una necesidad de reunión propia de nuestro
tiempo y se viene resolviendo desde diferentes miradas del diseño, la arquitectura y el interiorismo, pasando por los más acertados recursos gráficos, comunicacionales
y de producto. Tiene el común denominador de un exhaustivo estudio, en muchos casos de la identidad de marca como eje de la propuesta, donde un elemento de la historia, el barrio, una receta o un viaje se traduce en disparador de todo lo demás. Las propuestas van desde bar a bistró, del clásico café con crema al arte latte o de mozo a barista. Un cuadro de Joaquín Torres García y otro de su contemporáneo francés Jean Béraud han ilustrado, el instante único que genera un café; el encuentro, la charla y el cara a cara que pareciera esfumársenos. Con la intención de lograr una gran experiencia, el diseño de interiores se ha encargado de darle una nueva dimensión a ese momento, acompañando el propósito de talentosos empresarios culinarios.

CAFE BACACAY
CAFE BACACAY
HOY TE QUIERO
LA DULCERIA by XIME TORRES
PECANA
SINERGIA

Del patrimonio gallego al coffee point
¡Vaya si hay historias de tradicionales bares montevideanos! No podemos evitar la mirada atrás y el homenaje a “aquellos gallegos que desde los puertos de La Coruña, Vigo, El Ferrol o el lejano Cádiz emigraban camino a las Américas, con un sueño de esperanza y de prosperidad, con el dolor de abandonar su tierra, pero decididos a embarcarse hacia un nuevo arraigo. 
Pocas actividades reflejan la presencia gallega en Montevideo como los bares creados por los herederos del legendario Francisco San Román, donde convivía la cultura popular, con una dulce morriña”, replica Armando Pereira Ramos en su artículo “Bares gallegos, historias montevideanas”, del apartado Crónicas Migrantes de su blog.
F. San Román nació en Valle Miñor (España) y fue el fundador de dos tertulias históricas de nuestra ciudad: Polo Bamba, en la calle “de la Colonia” y Tupí Nambá en la calle Juncal, frente al Teatro Solís, que inspirara en 1928 el cuadro El Café del maestro Joaquín Torres García. En Tupí Nambá era donde  “se reunían los más altos exponentes intelectuales del 900, inspiradores de memorables piezas literarias, composiciones musicales, artículos
periodísticos, amores y engaños”, detalla Pereira Ramos en su otro artículo “El Rey de los Cafeterios”.

Por suerte, esta cultura de la tertulia en torno a esta bebida estimulante, -por cierto de las más socializadoras- carente de alcohol, y que para el siglo XI ya era conocida por la tribu Galla de Etiopía (porque crecía allí de forma silvestre), dejó una marcada huella en los siglos venideros, asociándose estrechamente con el progreso de muchas comunidades extracontinentales. 

En Uruguay, sobre finales del siglo XX los cafés montevideanos comenzaron a buscar una mayor visibilidad para atraer a su público, en muchos casos cautivo, tanto en 18 de Julio, nuestra principal avenida, como en otros puntos característicos de identidad barrial como Pocitos y Carrasco. Si hacemos memoria, han estado generalmente ubicados en locales de
esquina, como es el caso de El Hacha (el más antiguo de todos, ubicado en Ciudad Vieja), Tasende, Fun Fun, Tabaré, El Facal, Sportman, La Giralda, Expreso Pocitos o Bar Arocena, solo por nombrar algunos de los más entrañables y recordados por el colectivo popular.

Para quienes el lugar en el mundo sigue siendo el mostrador, aventurarse a gerenciar cualquiera de las versiones contemporáneas del clásico café-bar montevideano (sea un deli café, un coffee point, un café gourmet o uno más asociado al bistró parisino) es más que una hazaña gastronómica. Se trata de un desafío que debe lograr -a veces en tan solo veinte minutos de permanencia- una experiencia para todos los sentidos, contemplando la emoción que tomar ese café, en ese lugar en particular, le provoca a la persona. Ya no se trata solo de apostar a la calidad propiamente dicha de esta bebida caliente, sino a la vivencia que lo rodea.

A diferencia de los del siglo pasado que respondían, más o menos, a los mismo elementos de equipamiento y mobiliario, la conexión del espacio con el exterior, la disponibilidad de una inmensa variedad de acabados, que reproducen temáticas pictóricas, y el diseño de diferentes layouts, resultan vitales para trascender, ya sea dentro de un centro comercial, en el barrio e incluso en la cuadra. Sin duda, las grandes cadenas de cafeterías saben de la importancia de la imagen y el diseño, razón por lo cual, invierten cada año mucho dinero en sus establecimientos.

El glamour cafetero de este siglo

Detalles como recordar el nombre de un cliente o sus órdenes preferidas, son tan importantes como generarle a esa persona un ambiente exclusivo para que retorne una próxima vez. La excusa puede ser un alto en la tarde, una reunión de trabajo o cualquier otro meeting informal.

Así como el dibujo sobre la superficie de la espuma del café -conocido como arte latte- dura tan sólo unos minutos en la taza, la rápida percepción de esa agradable coherencia espacial al consumirlo es tarea de arquitectos y/o interioristas que interpretan y materializan con audacia el concepto e identidad que el propietario imaginó para el lugar.
En tiempos donde importa tanto el sabor de una bebida como la presentación en su carta, el diseño de los espacios debe acompañar la veta comercial con inteligencia creativa.

Especialistas en franquicias del café y operadores gourmet en general concuerdan en afirmar que actualmente una cafetería exitosa es aquella que logra fusionar el lugar geográfico con los aromas, la música, la presentación de las bebidas con sus respectivos bocados, la creatividad culinaria y el buen pulso del barista para diseñar a través de arte latte (crema realizada en base a una emulsión de aceite de café sumado a la espuma de aire en la leche), un macchiato caramel, un blue latte, un moon milk, un green tea o el clásico chocolate con canela, acompañado de un buen servicio del personal.

En particular, el diseño interior del local y el concepto que trasmite el espacio, una vez que alguien decide ingresar a vivir una “coffee experience”, son los aspectos que tuvimos en cuenta para la selección de los ejemplos de estas páginas, algunos de ellos más recientes y otros ya instaladísimos en la agenda cafetera. Unos fueron ejecutados de cero en nuevos espacios, otros aggiornados a un local que tenía otro uso y otros tomaron el desafío de revalorizar un programa gastronómico ya existente.

En una cafetería la interrelación humana tomó alcances siderales si tenemos en cuenta que allí puede sucitarse hasta una videoconferencia con alguien en Japón, los primeros acordes de una banda, el despegue de un proyecto o la firma de un importante acuerdo. Es allí, donde la tarea del diseño puede otorgar un espacio para esas grandes oportunidades.

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