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La Bienal de San Pablo

Fuente: EFE – Galería Grupo Taller Jones Vicente Uruguay

La trigésima tercera Bienal de Sao Paulo ya abrió sus puertas,  reúne unas 600 obras de arte de alrededor de un centenar de artistas de diferentes países en busca de una visión fragmentada y diversa del mundo, informaron hoy los promotores.

Bajo el lema «Afinidades afectivas», la muestra trae como principal novedad una comisariado que coordina el español Gabriel Pérez-Barreiro y es compartido por otros siete artistas, quienes han tenido total libertad para realizar sus exposiciones con la condición de incluir también sus propias creaciones.

 


Antonio Ballester Moreno

Pérez-Barreiro lidera esta forma particular de organizar la muestra con el objetivo de proponer una alternativa al sistema de comisariado centralizado que domina el circuito contemporáneo y que busca un diálogo entre la obra del artista-comisario y el resto de las creaciones expuestas en su espacio.

La idea era «no trabajar con nada predeterminado» y «crear una polifonía de experiencias dentro de la Bienal», según expresó el español en la rueda de prensa de presentación, celebrada hoy en Sao Paulo.

En su opinión, centralizar toda una muestra en la figura de un único comisario puede generar una «pérdida de diversidad», además de una «potencial instrumentalización del arte» en la que el artista parece que «está al final de ese proceso» y es «el actor menos importante».

De esta forma, la «fragmentación» en esta bienal es un hecho que muestra la realidad de hoy y cuya solución no «es unir las cosas», sino más bien ver «cómo relacionarnos con eso» y «tomar una actitud al respecto».

«Eso conecta con las redes sociales y su efecto colateral que hace que las personas solo se relacionen con personas que piensan igual que ellos», comentó.

«Solo se da eco al prejuicio y aumentan las intolerancias» por lo que, ante ese panorama, «la mejor protección es aceptar la diversidad», completó.

Entre los siete artistas-comisarios figuran cuatro mujeres: la argentina Claudia Fontes, la brasileña Sofía Borges, la sueca Mamma Andersson y la estadounidense Wura-Natasha Ogunji.

Completan la lista el uruguayo Alejandro Cesarco, el brasileño Waltercio Caldas y el español Antonio Ballester Moreno.

La trigésima tercera Bienal de Sao Paulo, que tendrá las puertas abiertas hasta el próximo 9 de diciembre, cuenta con un presupuesto de aproximadamente 26 millones de reales (unos 6,25 millones de dólares).

De acuerdo con los organizadores, la expectativa es que durante los tres meses de bienal asistan un millón de personas, superando las 900.000 de la anterior edición, celebrada hace dos años.

El Pabellón Bienal, situado en medio del parque Ibirapuera de la capital paulista y proyectado por el célebre arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, acogerá el que es uno de los eventos artísticos más importantes de Brasil y uno de los más antiguos del mundo, cuya primera edición se celebró en 1951.

Además de la siete exposiciones colectivas, Pérez-Barreiro escogió 12 proyectos individuales, tres de los cuales son homenajes póstumos al guatemalteco Aníbal López (1964-2014), el paraguayo Feliciano Centurión (1962-1996) y a la brasileña Lucía Nogueira (1950-1998).

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07/09/2018

Por Cristina Civale   

Desde este viernes 7 de septiembre y hasta el 9 de diciembre la 33 Bienal de San Pablo abre sus puertas al público. Prensa e invitados especiales pudimos recorrerla durante los tres días previos a su presentación al mundo. ¿Funciona el modelo que intenta de algún modo desbienalizar una de las bienales más importantes del mundo del arte contemporáneo? Sí y no.

La gran obra de la Bienal es la Bienal en sí misma. Su modelo de mezclar artistas-curadores presentando sus obras dentro de propuestas curatoriales independientes basadas vagamente en la amplia idea de las  Afinidades afectivas sumadas a las elecciones de las afinidades del curador vero, Gabriel Pérez Barreiro, tiene resultados dispares en cada una de las zonas del territorio del imponente Pabellón diseñado por Oscar Niemeyer.


Mamma Anderssen

En él les 7 artistas-curadores despliegan cual esquaters sus propuestas, apropiándose del espacio generoso que les permite a las obras holgazanear en islas apenas predeterminadas deslindando fronteras entre propuesta y propuesta. Por eso la Bienal funciona entera como un artefacto inquietante de percibir y transitar entre estas islas de obras e islas de nada misma, donde el visitante a veces se siente desorientado, perplejo, pocas veces conmovido. La retórica de las propuestas supera las propuestas en sí mismas y cada una de ellas, anclada en su isla medio naúfraga, sólo puede funcionar y no hundirse por el aparato -literalmente aparato- pergeñado por Barreiro. Y eso, como balance general es inquietante y alentador.
 


Mamma Anderssen

Obras que se empujan imaginariamente para dar un sentido de afinidades diversas, en conversación infinita o en silencio absoluto -depende la hora del recorrido (es decir la luz que se filtra por los ventanales-muros), el estado de ánimo de quien recorre, su paciencia, su apertura, su compromiso por intentar abrirse al juego que Barreiro propone-. Porque efectivamente la Bienal gana cuando quien la recorre puede abrirse a interactuar con el artefacto y sus islas que sino fuesen archipiélago probablemente no tendrían lugar en el mapa del arte contemporáneo. La Bienal entonces se convierte en “esa cosa” a recorrer mejor sin mapa ni indicadores. Los ploteos que intentan complementar el sentido de “lo que se ve” de las obras a mí siempre me parece un menoscabo a la obra misma y a la inteligencia de quien debe percibirla. No pretendo tener razón pero esas obras no me interesan. A mí. Siempre un punto de vista.
 


Sofía Borges

En el planteo de artistas curadores destacan las propuestas de la sueca Mamma Andersen y de la brasileña Sofía Borges. Ambas propuestas se plantean como concepciones bien antagónicas: la primera por su sencillez y la segunda por su intrincada complejidad que a veces expulsa como una cárcel y a veces atrae en el laberinto casi masoquista que propone. El entrevero con el resto de las propuestas que podrían percibirse como flotadores necesarios para que estas dos -ubicadas espacialmente en las antípodas una de otra- se justifican y enaltezcan su existencia.
 


Esculturas de la argentina Elba Bairon, curadas x Claudia Fontes para su propuesta Pájaro Lento

Los 12 artistas elegidos por Perez Barreiro destilan una diferencia notable con el injerto experimental de sus artistas curadores y se despega de él porque la cabeza de un curador finalmente demuestra los límites que probablemente -para bien y para mal- los artistas atraviesan algo forzadamente y con vocación de desacierto en sus curadurías semiahogadas, semiflotantes.
 


Espacios lindantes obras, vacío, islas de todo y nada

Aquí no valen listas que tracen sencillamente lo más destacado o lo mejor de esta edición porque ninguna parte tendría sentido por sí sola sino por el todo que la convierte en partícipe necesaria del artefacto. Seguramente este modelo de Bienal será irrepetible porque tiene gracia solo una vez.
 


Fragmento de el video “El ensayo” de la brasileña Tamara Guimaraes, obra curada x Pérez Barreiro

Luego se convertiría en una mueca triste de sí mismo. Vale la pena el viaje -desde donde sea del mundo a San Pablo, desde donde sea del Pabellón archipiélago a cualquiera de sus islas- porque como ya dije este modelo valdrá y se potenciará si no vuelve a repetirse. Esperamos/espero que sea una experiencia única y porque será única y pionera vale la pena de ser recorrida. Una y varias veces en todas sus direcciones e interacciones posibles. Porque sinceramente, ¿cuántos archipielagos más podrá crear una Bienal de Arte Contemporáneo?

 

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