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©Succession Picasso 2019 Pablo Picasso Buste (étude pour “Les Demoiselles d´Avignon”) Musée national Picasso-París

Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV), PICASSO EN URUGUAY, 29 de marzo al 30 de junio de 2019.

Uruguay recibió por primera vez en su historia una exposición de obras de Pablo Picasso. En el marco del programa Picasso Mundo, iniciativa surgida desde el Musée National Picasso-Paris, a través de Laurent Le Bon, presidente de dicha institución, se presenta la exposición Picasso en Uruguay con la curaduría a cargo de Emmanuel Guigon, director del Museu Picasso Barcelona y con el auspicio de la Embajada de Francia en nuestro país.

“Uruguay resuena en la obra de Pablo Picasso a través de la figura de Joaquín Torres García, pintor uruguayo radicado en Barcelona a partir de 1882 y que frecuentó los mismos lugares y los mismos círculos artísticos que Picasso”, explicó Laurent Le Bon, presidente del Musée National Picasso-Paris. Por su parte, Enrique Aguerre, director del MNAV dijo que esta exposición “será la primera muestra de pintura del maestro en el país y seguramente se convierta en un hito para nuestras artes visuales”. En su opinión, compartir patrimonio es una de las formas de “democratizar el arte” y celebró el desembarco de sus obras en suelo uruguayo.

La exposición, que se inauguró el pasado 29 de marzo, pone a disposición del público por primera vez en Uruguay pinturas, esculturas y objetos de Pablo Picasso. Entre los documentos que se exhibirán, se podrán ver algunas cartas dirigidas a Torres García. Las cuarenta y cinco obras de Pablo Picasso a ser exhibidas en Montevideo pertenecen en su mayor parte a la colección del Musée National Picasso-Paris y las demás al Museu Picasso Barcelona. Uruguay es destino directo de esta muestra ya que la misma no tendrá itinerancia en otras ciudades. La muestra está integrada por: 26 pinturas de mediano y gran formato, 7 esculturas, 4 cerámicas, 3 dibujos, 1 acuarela, 1 grabado, fotografías y documentos.

Entre las obras presentadas se destacan:

Un busto al óleo, estudio previo de Les Demoiselles d’Avignon, realizado por Picasso en París en la primavera de 1907; Bouteille d’anis del Mono et compotier avec grappe de raisin, otoño 1915; Le Baiser, verano 1925; Tête de femme, 1931 -1932; Dormeuse aux persiennes, 25 abril 1936; Buste de femme au chapeau, 9 junio 1941; Céramique Chouette, 30 diciembre 1949; Las Meninas [María Agustina Sarmiento], Cannes, 9 octubre 1957 y Musicien, 26 mayo 1972.

©Succession Picasso 2019 Pablo Picasso Le Baiser, été Musée national Picasso-París

Organización
Museo Nacional de Artes Visuales
Musée National Picasso Paris
Museu Picasso Barcelona

Producción
Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura

Curaduría
Emmanuel Guigon

Idea original
Laurent Le Bon y Jorge Helft

Gestión Dirección Nacional de Cultura – MEC
Alejandro Denes
Begoña Ojeda
Pedro Ramella

Diseño expositivo
Emmanuel Guigon

Asistente diseño expositivo
Victoria Barriga

Montaje
Nicolás Infanzón

©Succession Picasso 2019 Pablo Picasso Maya à la poupée Musée national Picasso-París
©Succession Picasso 2019 Pablo Picasso Nature morte: buste, coupe et palette Musée national Picasso-París

SECCIONES QUE COMPONEN LA MUESTRA

La muestra incluye cuarenta y cinco obras de Pablo Picasso, distribuidas en seis secciones, que describimos a continuación:

Sección 1 / Barcelona modernista
Los años de formación de Picasso transcurren en una Barcelona palpitante culturalmente, y en plena pujanza económica y urbanística después de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal en 1888. El 21 de septiembre de 1895, Picasso llega con su familia en barco al puerto de Barcelona, donde el padre, don José Ruiz, iba a enseñar en la escuela de arte de la Llotja. En 1896, Pablo Ruiz Picasso muestra La Primera Comunión en la III Exposición General de Bellas Artes e Industrias Artísticas. En la sección extranjera de esta misma exposición participa Joaquín Torres-García, nacido en Montevideo en 1874, hijo de padre catalán y de madre uruguaya, quien se había trasladado con su familia a Barcelona y había ingresado en la Llotja en 1892.

Picasso coincide de nuevo con Torres-García frecuentando los ambientes bohemios de la ciudad, como la taberna Els Quatre Gats, centro del ambiente artístico modernista barcelonés desde su inauguración en junio de 1897, donde los modernistas Ramón Casas y Santiago Rusiñol celebran tertulias que se alargan hasta la madrugada. Se discute sobre El Greco y se leen las revistas literarias Pèl & Ploma, Forma, Joventut, Papitu y La Campana de Gràcia. La atmosfera intelectual converge con el imaginario popular con espectáculos improvisados de putxinel·lis (títeres) y sombras chinescas. Al joven Picasso le divierte el caliu exaltado, el humorismo y la rauxa de la burguesía catalana, y pasa las veladas en compañía de Jaime Sabartés, Carles Casagemas, Ángel y Mateo Fernández de Soto y Manolo Hugué. Estas amistades sirven de motor creativo para la experimentación juvenil de Picasso, dibujos de trazo decidido y espontáneo que garabatea frenéticamente hasta trasnochar. Con un punto de parodia, oscilan entre el retrato y la caricatura por la rapidez del dibujo, que explora, simplifica y moldea los rasgos hasta desarrollar un personaje deformado que pretende captar el gesto de la bohemia catalana. Así se muestra en los croquis de las cabezas del propietario de Els Quatre Gats, Pere Romeu. Los dibujos de Picasso se expusieron en las paredes de la cervecería en 1900, al lado de Fin de siglo XIX de Casas, que presidía el local, en un claro desafío a la bohemia dorada.

Sección 2 / El cubismo en escena

Dos años después de instalarse en París, en mayo de 1906 Picasso emprende el viaje con Fernande Olivier a Gósol, en el Pirineo catalán: en la cotidianidad rural encontrará la fuente de la revolución del espacio pictórico. La transformación de los rostros en máscaras, y de los objetos a un sistema icónico son hallazgos plásticos que marcan un punto de no retorno que se desplegará tanto en las Demoiselles d’Avignon como en el Cubismo. Las primeras llegarán a París diez meses después. La historia de familia de las Demoiselles es polifónica: resuenan las esculturas ibéricas de Osasuna y el Cerro de los Santos expuestas en el Louvre en 1906; el Pantocrátor de Taüll; pero también la Marguerite de Matisse, que el artista le había regalado a Picasso a cambio de Jarra, Bol y Limón en 1907. En los estudios preparatorios, el lenguaje pictórico se simplifica hacia formas primarias que puedan jugar distintos papeles. En Busto (1907), semicírculos componen cabeza, orejas, ojos y pechos, adquiriendo significado solo en relación a los demás elementos.

En las obras cubistas de 1907 a 1915, el espacio pictórico adquiere una tactilidad espacial cézanniana, deviene una escenografía con un volumen tangible donde los planos se confunden en una densidad de elementos. El dinamismo que brota de las tramas de guitarras, botellas y pipas contrasta con la bidimensionalidad del lienzo. En Diario, cerilla, pipa y vaso, de 1911, los objetos se barajan con la musicalidad de pentagramas y letras: ‘SIGE’, ‘asiento’ en francés, cercano a ‘signe’ (signo), parece anunciar proféticamente el primer collage picassiano de 1912, que incorporará un trozo de hule como rejilla de una silla. Las velocidades de ejecución del trazo dan lugar a texturas con tempos complejos, de lentas cadencias de dibujo o cosido a acelerados golpes de sombreado, cortes y raspaduras. Esta progresión hacia el relieve culmina con el collage y el objeto cubista, como la Botella de anís del Mono y frutero con racimo de uvas (1915), ensamblaje que dignifica elementos cotidianos y frugales como motivos escultóricos.

Sección 3 /  Metamorfosis de entreguerras

Durante la segunda mitad de los años veinte, Picasso se acercó al círculo surrealista, participando en la primera Exposición Internacional Surrealista de París de 1925. Sus composiciones adquieren una monumentalidad grotesca y violenta, que da lugar a inquietantes metamorfosis de la silueta femenina. El lenguaje cubista pervive en el doble juego de las formas: en Figura y perfil (1928), los elementos devienen intercambiables para formar cuatro rostros distintos. Sin embargo, el espacio pictórico se pliega y las rectas se ondulan.

Las formas curvilíneas y dentadas armonizan con el axioma de Breton: ‘la belleza debe ser convulsiva o no será nada en absoluto’. La sinuosidad de Dormeuse (1927) no sosiega, sino que estremece. Los órganos se confunden: las pestañas se asemejan a los dientes, aparecen ojos que muerden y cavidades que observan. Esta disolución de fronteras funde a los dos amantes de Le Basier (1925) en una sola masa de carne pigmentada, un solo organismo indiferenciado con diversas tramas y texturas. La deformación y la abyección de cuerpos que se derriten conservando su materialidad advierten una intención escultórica que se materializa con las piezas de bronce que Picasso elabora con su amigo el escultor Julio González en 1928.

Sección 4 /  El triunfo del erotismo

¨Pinto igual que otros escriben su autobiografía. Mis telas, acabadas o no, son las páginas de mi diario.¨ Picasso.

La colaboración con González aviva la fascinación por la escultura, el ‘dibujo en el espacio’, de Picasso. Seducido por la dimensión de las estancias donde podría instalar su taller de escultor, en 1930 adquiere el château de Boisgeloup, en la Alta Normandía. Allí creará, entre 1931 y 1934, los bustos de la joven Marie-Thérèse, a quien Picasso conoció el 8 de enero de 1927 en la entrada de las galerías Lafayette. El rostro de la modelo se convierte en el objeto de estudio del artista: los contornos y volúmenes son reseguidos y palpados al detalle. La exploración sensual de la voluptuosidad de Marie-Thérèse da lugar a bustos delicados en yeso y bronce. Al rodear el busto, las curvas desdibujan los límites entre la nariz, el cabello, el cuello, que se desplazan con el giro y la caricia de la mirada. El pintor y la modelo son un motivo omnipresente, que reaparece insistentemente desde los desnudos de Marie-Thérèse tendida con los brazos alzados a los autorretratos alegóricos del pintor transmutado en paleta.

En 1935, el embarazo de Marie-Thérèse precipita la separación de Picasso y su entonces esposa Olga Khokhlova. Picasso se instala en Juan-les-Pins con Marie-Thérèse y su hija Maya, y posteriormente en Le Tremblay-sur-Mauldre, donde pintaría Maya con muñeca (1938). El tumulto vital produce un virage de la luz afable de Marie-Thérèse, que ennegrece en Durmiente cerca de las persianas (1936). El estallido de la Guerra Civil española (1936-1939) agrava este oscurecimiento: los desastres de la guerra irrumpen en el taller del artista y tiñen la relación con su nueva modelo y amante Dora Maar, fotógrafa surrealista que en 1937 documentaría el proceso de creación del Guernica. La rudeza de los retratos de Maar, como Busto de mujer con sombrero (1941), encierra el dolor goyesco del clima reinante del momento, que se prolongaría durante los horrores de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Sección 5 /  Cerámicas

Picasso se había iniciado en el arte de la cerámica a su llegada a Montmartre gracias a su amigo escultor Paco Durrio, que se formó en la técnica de la cerámica vidriada con Gaugin en el estudio de Ernest Chaplet. Durante su estancia en Mougins el verano de 1936, Picasso visita Vallauris con Nusch y Paul Éluard, quedando seducido por la cerámica tradicional de la ciudad. Después de la Segunda Guerra Mundial, conoce a Georges y Suzanne Ramié, propietarios de la alfarería Madoura, con quienes empieza una intensa producción de cerámicas: alrededor de dos mil piezas entre 1947 y 1948.

Para Picasso, la cerámica es un medio de exploración, una labor artesanal que le permite acercarse a la manera de hacer de los Maestros. Se asemeja al artista del Renacimiento, apenas distinguiendo su oficio de sus intenciones artísticas, esta reivindicación condiciona su relación con el material, dejando huella en su estilo. En Vallauris, Picasso encargaba piezas de cerámica a Madoura y mientras aún no se habían secado las moldeaba; de este proceso Picasso dice: ‘La cerámica funciona como el grabado, la cocción es el tiraje. Ahí es cuando sabes lo que has hecho. Cuando te llega el tiraje, ya no tienes aquello que grabaste. Has cambiado. Tienes que reprogramar tu grabado. Allí, con la cerámica, no se puede hacer nada.’ La pieza que el artista recibe es una restricción y una posibilidad para crear – un punto de partida, una resistencia material que solo admite ciertas alteraciones. Picasso pinta, rasguña, pincha, araña, manosea, teclea… toca la pieza en una coreografía que respeta sus surcos, sus curvas, su solidez, igual que los bisontes de la gruta de Niaux moldean su busto con las huellas de la roca. Picasso se impregna siempre de la atmósfera del lugar para crear, y los colores terracota y los motivos clásicos de su cerámica, como las pequeñas chouettes, tienen un tinte mediterráneo que lo inscriben en la tradición ibera y greco-romana.

Sección 6 /  El último Picasso

En la Década de las Grandes Variaciones (1953-1963), Picasso entra en diálogo con tres Maestros de la Pintura: Delacroix, Velázquez y Manet. La suite de Las Meninas, variación sobre Velázquez, es la única que permanece reunida, ya que Picasso donó el conjunto completo a la cuidad de Barcelona como homenaje a su fallecido amigo Sabartés después de la muerte de este en 1968. El regreso a los Maestros es un gesto de volver la vista hacia la historia del arte, un ejercicio de reflexión sobre la propia tarea del artista quien, a su edad tardía, se plantea su lugar en la tradición pictórica y el legado que resta como su memoria. El juego con la tradición es un ejercicio de magia titánica, como dijo Aby Warburg, en virtud del cual las obras adquieren una nueva fuerza de persuasión. En esta exploración resurge la evocación al padre, José Ruíz, pintor de palomas: Picasso comienza a pintar Las Meninas con setenta-y-cinco años, la edad de la muerte de su padre.

Su obra se despliega hasta sus últimos días en Mougins. La etapa final es prolífica y su proceso creativo persiste vorazmente, enfatizando la reflexión sobre la pintura y la práctica artística. Como canta Alberti en 1970, ‘Pablo, ¿qué haces? Pintas./ Pintas, dibujas, grabas, escribes, pintas, pintas. / Para ti son los días de cien horas.’ Como el mosquetero con su lanza quijotesca y su guitarra, soldado armado y espectador del corral de comedias, Picasso es a la vez militante y oyente de su siglo, que aún resuena. Así, la viveza del espesor azul y la huella negra de Musicien de 1972, un año antes de su fallecimiento, marcan la nota final de la muestra.

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA SOBRE EL ACCESO A LA MUESTRA: 

Con motivo de la exposición Picasso en Uruguay, el MNAV extenderá su horario de martes a domingo 10 a 20 horas desde el 30 de marzo al 30 de junio.
Exclusivamente para la exposición Picasso en Uruguay el costo de de la entrada será de $ 250 (pesos uruguayos). Las entradas se compran a través de Tickantel y Red Pagos.

Entradas bonificadas:
Jubilados y mayores de 60 años: $ 150
Jóvenes de 12 a 18 años: $ 150
Docentes primaria, secundaria y técnica: $ 150
Ingreso gratuito:
Menores de 12 años, personas con discapacidad

Los días martes el ingreso a la exposición Picasso en Uruguay será gratuito para público general, realizándose la reserva correspondiente de día y hora a través de Tickantel. El ingreso al Museo Nacional de Artes Visuales, donde se exhibirán las exposiciones Pedro Figari: Nostalgias africanas y Colección del MNAV, continuará siendo libre y gratuito.

Visitas de primaria y secundaria:
Las visitas grupales para alumnos de primaria y secundaria, acompañados únicamente por sus docentes, serán con ingreso gratuito y deberán ser coordinadas con el equipo del Área Educativa del MNAV a través del e-mail educativa@mnav.gub.uy

Visitas guiadas público general:
Miércoles, viernes y sábados a las 11 hs.

Las entradas se compran a través de Tickantel y Red Pagos, eligiendo primero el horario y luego el día que se quiere ir.

 

Más información http://mnav.gub.uy/cms.php

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