La vida de Gabriela Rieiro siempre estuvo ligada a los textiles. Desde su infancia, aprendió el comportamiento de la telas, a través de su tía abuela, que era modista; y en la madurez, estudió Diseño de Interiores en el Instituto Segui.
Una crisis personal y de salud marcó el cambio de su producción, para abocarse definitivamente a los pinceles.
Cuando uno es prisionero de las emociones dolorosas, que más sanador y factible que externalizarlas, transformarlas y hasta desarmarlas; para darles salida con el carácter liberador que tiene el proyectar nuestro propio mundo interior.
En este sentido, podemos afirmar que la producción de Gabriela rescata la esencia primigenia del arte. Conjurar el caos y la incertidumbre, ensalzando la estética y potenciando la función cognitiva y reparadora; además de la de resiliencia, dejándonos así una mayor sensación de satisfacción y recompensa.
La expresión del color y la pincelada revelan una impronta de carácter fuerte, pero a su vez, que denota una sensibilidad sanguínea cubierta de un halo místico alrededor exquisito.
Sus obras son elegidas por diferentes culturas y conviven en colecciones privadas tanto en Europa como en América, con excelente repercusión en curadores y coleccionistas.
