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Una feria que no para de crecer

Por la Arq. Int. Sylvia DI BONO
Fotos: Bruno CONTI

Mostra Black es considerada, por la prensa y el público especializado, la muestra más importante de Brasil desde 2011, lo que le ha supuesto el segundo lugar luego de la Feria de Milán. La edición 2015, realizada en el Parque Ibirapuera de San Pablo, aún permanece fresca en quienes tuvimos la oportunidad de presenciar una escala y despliegue inusual en el país. Se desarrolló en el emblemático Museo de la Ciudad (OCA), obra del recordado arquitecto-icono del movimiento moderno, Oscar Niemeyer.

La recorrimos junto a talentosos arquitectos, diseñadores de interiores y paisajistas. Pese a la coyuntura que atraviesa Brasil, la exposición conjugó la libertad creativa, el universo conceptual, el gusto por la provocación, la sorpresa, la originalidad, la mezcla de lo nuevo con lo tradicional, el respeto por la historia del diseño brasilero y mundial, y el sentido del contraste. Su visita generó muchas sensaciones, pero nunca indiferencia.

Los expositores combinaron la excelencia de lo tradicional con lo icónico en diseño, junto a lo último en texturas y tendencias, agregando en cada caso el toque personal de cada profesional, lo que permitió desarrollar quince espacios con características únicas.

Los espacios se desarrollaron en boxes de madera, a la manera de “productos de exportación”, cada uno como una unidad claramente manifiesta. Sin embargo, más allá de las singularidades, fue posible establecer rasgos comunes en torno a la década del 50´ conocida por la prosperidad de los “años dorados” a través de una inmensidad de recursos, infografías, revestimientos y mobiliario propio de las ya conocidas líneas de diseño de cada uno de estos flamantes diseñadores brasileros. Las luminarias y las mesas se tornaron en los objetos donde la creatividad caló hondo y recompuso líneas art decó, tanto por sus formas, como por las materialidades utilizadas, de esta forma el clásico “tubo lux” adquirió una categoría impensada.

Con este punteo que detalla las similitudes, los acompañamos en el recorrido por los diferentes ambientes:

Homenaje a la arquitectura y diseño brasileño y mundial de la década del 50’. Tanto el detalle de los ojos de buey como el recurso espacial de la curva y el dinamismo de la arquitectura de Niemeyer son el común denominador de los espacios. El edificio donde transcurrió la muestra es de dicha década.

  • Las propuestas se presentaron libres de prejuicios, en especial en la combinación de texturas, colores y accesorios.
  • La utilización de materiales naturales pero de calidad, evitando imitar texturas.
  • Lo ecléctico de muchos de los espacios, resueltos con maestría, otorgando a cada elemento el peso necesario en la composición, conjugando el diseño internacional con el regional, y acentuando el concepto de identidad nacional que se respiró en la muestra.
  • La multifocalidad de los espacios, que en muchos casos hacía imposible determinar cuál era el elemento que lideraba al conjunto.
  • La apuesta al brillo, sobre todo a través de los metales como bronce, cromo, cobre y acero inoxidable.
  • Todos los ambientes exhibieron diseños de autor (iluminación, equipamiento) y obras de arte de artistas mayormente brasileros.

Carolina Maluhy. Un ambiente conceptual para la exhibición de sanitarios Deca, bajo una luminaria “Lágrimas del pescador” de Ingo Maurer, en red y caireles.  Fuerte contraste entre texturas rústicas, como el piso de madera, y suaves, como el terciopelo holandés de la tapicería. La intención fue lograr un ambiente que despertara diversas sensaciones a través de pocos elementos.

 

Camila Klein. Ambiente multifocal con múltiples referencias: un panel de madera parafraseando a Piet Mondrian, el diseño orgánico de la mesa, referencias al Arq. Ruy Ohtake en el revestimiento de una de las caras del ambiente. Excelencia en texturas.

Déborah Aguiar. Glamoroso como pocos, cubierto de cueros y textiles de Empório Beraldin, una de las industrias textiles norteñas más fuertes en el rubro, exportadora de sus linos, cueros y sedas, y a su vez importadora y representante de firmas internacionales como Donghia, Designers Guild, etc. Se buscó alcanzar la calidez jugando con la sofisticación, la calidad de los materiales y la diversidad de texturas acordes a ese fin, sabiamente combinadas con un manejo imponente de la escala y de la verticalidad.

Guilherme Torres. Más allá del impacto de escala y visibilidad cromática, hay aquí una conjunción de piezas de los años 50’, de la época del OCA, con otras de su autoría y con decoraciones locales. Destaca el gran tapiz del diseñador y artista austriaco, nacionalizado brasileño, Jean Gillon. Ambiente intervenido como gran galería, que exhibió muebles de diseño contemporáneo y de la década del 50’. Gusto por las circulaciones que conformaron el espacio, en este caso va descubriendo y mostrando en toda su plenitud cada elemento del equipamiento, típico de la arquitectura moderna. Cada diseño fue presentado con un gran espacio alrededor para jerarquizarlo como elemento a destacar. Espacio provocador por sus inusuales contrastes cromáticos.

Erick Figueira de Mello. Los dobleces en las superficies, al estilo de los origamis, brindaron mayor plasticidad al espacio. La incorporación de la naturaleza en el espacio dotó al lugar de una sensación de bienestar y calidez, lograda en gran medida por la textura rústica del piso de madera.

Joao Armentano. Ambiente que recreó el gusto por las curvas, típicas de la arquitectura de Niemeyer, junto con los clásicos ojos de buey, que también apreciamos en el museo. Ambiente estudiado, de gran calidad y diversidad de texturas. Espacio ordenado con luces previamente estudiadas para destacar las obras de arte.

Juliana Vasconcellos. Inspirada en los años 70’, utilizó detalles contemporáneos y futuristas. Destacaron las luminarias de Scatto en bronce, que se configuraron como divisorios y colgantes. Jugó con la sensualidad de la curva y lo orgánico, destacando la gran alfombra con forma de tronco de árbol de la firma americana Santa Mónica. Los colores neutros permitieron destacar algunas piezas de arte, rompiendo la estaticidad cromática.

Marcelo Borges y Arthur Athayde. De menos a más: Chinoiserie, neoclásico, art déco, moderno. Sin que faltara nada, se trató de un espacio funcional, atribuible a una escenografía dramática y barroca.

Maximiliano Crovatto. La propuesta refirió a los años 70’, con sus colores representativos pero con una vuelta contemporánea, ayudada por sofás “Soriana” de Afra y Tobia Scarpa. Hubo esculturas varias, incluyendo un pavo real, y materiales autóctonos, como la imponente base de la mesa central y otras piezas que aportaron plasticidad local a lo internacional. El brillo metálico estuvo presente en luminarias y persianas.

Osvaldo Tenorio. Dramático, con recursos contrastantes como la escultura de madera sobre los cortinados, las sillas de Eileen Gray o las lámparas de Gaetana Aulenti, el tríptico de mesas “Orion” de Simone Coste, y otros tantos diseños de autor, presentados junto a obras de arte de artistas nacionales. El premio se lo llevó el tratamiento del pilar ineludible del edificio tratado con vidriera incluida, dando cátedra de cómo resolver un elemento constructivo que a priori amenazaba con entorpecer el diseño.

Ricardo Bello Dias. Inspirado en la película muda “One week”, de los años 20’, pero reinterpretado desde lo minimalista y lo moderno, proyectándolo sobre un pilar existente, acompañando el espacio con muebles ultramodernos y superficies cementicias. El diseñador asoció el espacio a un gran laboratorio, destinado a testear todas las posibilidades.

Roberto Migotto. El espacio fue presentado como el imperio de la curva, los contrastes, las texturas y los brillos. Primó lo escenográfico, desde los grandes telones que envolvieron parte del espacio hasta la estudiada iluminación que lo ambientó, junto con la multiplicidad de puntos de vista interesantes sobre el mismo.

Suite Arquitectos. Ambiente acogedor y cálido a pesar del revestimiento de mármol de una de las paredes y parte del equipamiento. Se destacó el mobiliario, una mezcla de diseño brasileño joven, con minimalista escandinavo y luminarias de destaque.

Triplex arquitectura. Los ojos de buey del mismo edificio, se reiteraron en los espejos del baño, aquí este estudio propuso transgredir acoplándose a la existencia.

Marcelo Salum. Espacio ecléctico donde convivieron el neoclásico  y el art decó. Con recursos varios logró una ordenada simetría, en un ambiente que de otra manera hubiera podido ser un espacio caótico.

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