Las innovaciones en el arte de mostrar para vender datan desde principios del 1900 en las tiendas Selfridges de Londres, primeras en posicionar el producto como una experiencia diferenciadora, reflejo del poder adquisitivo, y donde el consumidor comenzó a ser visto como centro de atención para el vendedor, pasible de ser cautivado desde la vidriera por el reflejo de espejos estratégicamente colocados, o por una exposición de pañuelos. Pero ya sobre 1849 en la capital británica, Harrods irrumpía la escena con un gran almacén, partiendo de su primera y pequeña tienda. Incluso en 1673 se fundaba Mitsukoshi en Japón, tienda especializada en kimonos que lograba innovar llevando a sus clientes a un local en vez de vender puerta a puerta. ¿Serían estos los inicios del diseño del espacio como necesidad física donde anclar la identidad de una marca?