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Aunque muchos digan lo contrario cumplir años en verano puede resultar una experiencia tan divertida como chic si se decide agasajar a los invitados en la playa misma. Si, celebrar con los pies en la arena y el sonido de fondo de las olas rompiendo en la orilla, es sin dudas un evento inolvidable. En verano todo puede ser, porque la magia de la decoración se hace visible y más aún, disfrutable, cuando los diferentes sectores que conforman los espacios y sus circulaciones, se apropian de la naturaleza en su estado mas puro, sin grandes pretensiones, solo contemplándola.
 
 
En este caso, la ambientación de un parador en Montoya (en Punta del Este) plasmó un deseo que se anunciaba ya desde la invitación: asistir con ropa blanca. Así, el blanco lo invadió todo, desde la carpa, los camastros, los almohadones, las velas, las flores, todo derrochó calidez, y llegada la noche un brillo especial inundó los ambientes interiores y exteriores gracias al contraste de todos los elementos decorativos seleccionados. 
El verde hizo lo suyo, porque el arte residió aquí en la equilibrada combinación de tonalidades y formas del follaje. Eucaliptus, hortensias, calagualas,  anacaguitas fueron algunas de las especies utilizadas para los arreglos florales, con sugerentes y originales formas sobre las mesas, barras y también en diferentes sectores de la gran carpa donde estaba la pista, cuya cercha estructural estaba también decorada con follaje y flores. Allí una serie de livings y mesas altas articulaban los espacios para la charla y el encuentro. En el parador.. un mix de mesas largas, incluso bancos largos utilizados como mesas, mezclan lo rústico con el bambú, una tendencia que se reinstaló con fuerza en sillas, butacas y taburetes. 
 
No faltaron los fanales de vidrio suspendidos en soportes de hierro, las letras con luces y las guías con puntos diminutos de luz que aportaron el toque vintage, convertido en un clásico de las ambientaciones veraniegas. Para finalizar, un show de fuegos artificiales tiñó el cielo de colores impensados, reflejos todos de un atardecer impecable, como si hubiese sido acordado previamente. Desde la orilla del mar contemplar toda esta composición resultó un deleite para el agasajado y para cada uno de sus invitados, quienes se dejan sorprender por la ambientación con que cada año son recibidos, además de exquisiteces, buena música y el brindis ¨por un año más¨.. bajo la incomparable brisa costera de enero.  
 
Mas información @lasmoras

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