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Enrique Aguerre: “Los museos bien llevados responden a las comunidades”

FUENTE Grupo Gelsi, Jones, Lambert, Vicente
POR Alejandra Pintos

Mientras se reafirma en su gestión al frente del Museo Nacional de Artes Visuales, Enrique Aguerre se suma al Instituto Nacional de Artes Visuales; quiere llevar el arte al interior, potenciar la formación y apostar a los jóvenes

 

En medio del pulmón que es el Parque Rodó y a metros del Río de la Plata, el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) es un refugio en la ciudad; o al menos lo era antes de la pandemia, cuando estaba abierto. A pesar de que el edificio es pequeño, siempre tiene algo interesante para ver, ya sea la colección permanente compuesta por obras de grandes artistas nacionales como Juan Manuel Blanes, Petrona Viera, Rafael Barradas o María Freire, muestras temporales que surgen del acervo o, como en el caso de la de Pablo Picasso del año pasado, que provienen de diferentes museos o coleccionistas privados. Los horarios son extensos -a diferencia de otros museos montevideanos-, cuenta con una cafetería de especialidad en el jardín y está en excelentes condiciones. Es un lugar para visitar y volver cada poco tiempo.

Detrás de ese oasis capitalino está Enrique Aguerre, director del museo desde hace 10 años. Después de un par de gestiones breves, el artista visual -que trabaja en el MNAV desde 1997- pasó del Departamento de Video a la dirección de forma inicialmente interina. Pero los seis meses iniciales se transformaron en una década. Con la llegada del 2020 y al ser su puesto considerado un cargo de confianza, con el cambio del partido de gobierno Aguerre creyó que su ciclo había llegado a su fin. Mariana Wainstein, la nueva directora de Cultura, lo convocó a integrar el Instituto Nacional de Artes Visuales (que tiene el objetivo de fomentar y apoyar la producción de arte y pensamiento de los artistas nacionales). Él se decidió a hacer la transición mientras continuaba al frente del museo «porque sufren mucho las instituciones si hay un vacío», dijo a galería.

Finalmente, las autoridades le ofrecieron continuar en el MNAV por otro período. Pero lo que nunca podría haber anticipado es que iba a tener que enfrentarse al enorme desafío de estar al frente de una institución a la que le iban a cambiar todas las reglas de juego ante una emergencia sanitaria mundial. Así, en medio del proceso de repensar el museo en época de coronavirus, Aguerre recibió a galería en las salas del Parque Rodó, vacías de gente y repletas de cuadros.

Después de estar 10 años en el museo, es una suerte de validación que lo vuelvan a convocar.

Estoy muy orgulloso y contento con que las nuevas autoridades manifiesten su respaldo y el deseo de trabajar juntos, eso es muy motivante, porque son trabajos duros, de mucho compromiso, que hay que encarar con entusiasmo. Lo bueno también es el respaldo del equipo del museo que está muy compenetrado en los proyectos y eso también me da mucha fuerza.

¿Qué es lo que más lo enorgullece de su gestión en estos 10 años? Los artistas tienen fama de no ser buenos gestores…

Este museo se crea en 1911 y abre las puertas en 1914; hubo ocho directores, de los cuales seis fuimos artistas. Yo he sido crítico de cuando se toman los museos como proyectos artísticos, creo que el énfasis tiene que estar en la gestión. Por eso di un paso al costado como artista visual y empecé a formarme o entrenarme en la gestión pura y dura. Porque acá cumplís como tres roles, sos director de confianza política, pero también tenés lo administrativo y lo artístico.

Diez años es mucho para algunas cosas y poco para otras. Me siento orgulloso de la reforma que hicimos en la reserva técnica o almacén de obras, donde están los peines verticales. Pasó de ser un depósito de objetos a un lugar de trabajo, de investigación. También el haber hecho público el acervo, que aún estamos completando, de 6.700 piezas al que la gente puede acceder a través de la web. Pueden ver qué características tienen, donde están: transparentamos el patrimonio. Y una de las cosas que me hace sentir más orgulloso es el haber podido abrir las puertas del museo no solo a los artistas, sino a la gente en general. Esa cercanía, que digan «mi museo», que vengan a disfrutar del jardín, a tomar un café, esa inclusión del museo como algo abierto de esfera pública y no solo reservado para una elite. Porque fue así como yo empecé a venir al MNAV cuando tenía 12 años, que venía a pasear, a jugar al fútbol, y terminaba entrando y preguntando sobre las obras. Me volví asiduo y nunca pensé que iba a trabajar acá.

¿Cómo se logra seguir siendo inclusivos y accesibles en tiempos de pandemia?

Es difícil animarse a mirar el futuro porque ya nos ha dado varias sorpresas. Nosotros estábamos montando la exposición que abría el 19 de marzo y tuvimos que cerrar el museo por la pandemia. Los primeros días fueron muy impactantes, pero enseguida nos pusimos a trabajar con Cultura en Casa, en conjunto con la Dirección Nacional de Cultura; está la visita guiada, que la hicimos casi al cerrar, de emergencia; también tenemos los catálogos, los libros. Puertas adentro empezamos a trabajar en ajustar las biografías de los artistas, buscando más información y vinculándolas entre sí, para que la gente use como una suerte de caja de herramientas la web y las redes y mantenga el contacto. Extrañamos mucho a la gente, obviamente, estamos entrenados para convocar gente, pero también hemos aprendido a comunicarnos de otra manera. Hay protocolos presentados para poder abrir en algún momento, manteniendo la seguridad. Nosotros recibimos un promedio de 200 personas por día, aunque no lo parezca, entonces si llegamos a tener un caso positivo es muy complejo.

 

Amalia Nieto – La luna en la plaza
Petrona Viera – Playa de Malvín

Antes, justamente, se buscaban las muestras taquilleras. Ahora ¿hay que cambiar el enfoque?

Bueno, estamos obligados a repensar todo, en todo el mundo. No hay una solución mágica y estoy participando en foros internacionales en los que se discute esto. Ni el Museo del Prado, ni el MoMa, ni el MALBA tienen una solución, depende de las características locales, porque los museos bien llevados responden a las comunidades. Los deseos de la comunidad, las características, eso hace que el museo se comporte de determinada manera y que tome una forma y no otra. Lo local está pesando mucho ahora, mientras que antes de la pandemia lo global marcaba la agenda, las itinerancias, el turismo. En algún momento va a haber que retomarlo, porque no está mal que nuestras obras viajen por el mundo y que así podamos dar difusión a nuestros artistas.

Acá vinieron 185.000 visitantes a ver a Picasso, del exterior y de nuestro país. La gente dio el OK a que vengan muestras con determinadas características y que se pague una entrada por ellas, aunque hicimos martes libres y visitas gratuitas de escuelas. No vamos a volver a hacer las cosas como las hacíamos antes, no hay un lugar a donde volver, tenemos que empezar a imaginar y plantear estrategias para un nuevo escenario. Nadie sabe qué va a pasar y hasta cuándo. La Bienal de Arquitectura se suspendió para 2021 y la Bienal de Venecia a 2022, por segunda vez en un siglo hay un cambio de fecha. Eso marca una diferencia, las bienales convocan a miles de personas de todos lados del mundo, son formatos válidos al igual que las ferias de arte, pero ahora…

¿Qué piensa hacer diferente en el caso del MNAV?

Ya estamos haciendo algo diferente y es una mayor atención y mayor trabajo con las colecciones, al haber un impedimento de circulación de obras, todos los museos están haciéndolo. El Museo del Prado se reformuló para la reapertura de una forma que si lo hubieran hecho antes los mataban (risas). Es como que simplificaron la colección en una suerte de grandes éxitos, que además tiene sus hallazgos de cómo dialogan ciertos autores que antes estaban en salas separadas. Acá, por ejemplo, Petrona, que iba a estar 90 días y la tuvimos que cerrar a poquito más de un mes, una vez que abramos va a estar otros dos meses y capaz que más porque ha despertado un interés importante. En un punto, creo que la gente por la información a la que está accediendo a través de Internet y de las redes va a tener muchas ganas de ver a nuestros artistas, más que a las novedades o lo internacional. Es bueno valorar nuestra producción, que, a veces, por pensar que iba a estar siempre, no le prestábamos atención. Ahora nos dimos cuenta de que no va a estar siempre y que venir a disfrutar determinadas obras es un privilegio, que además es gratuito. Entonces nos descansamos y decimos: «La voy a ver en otro momento», pero no, ahora si la quisieras ver no podés.

Juan Manuel Blanes – Retrato de Doña Carlota Ferreira de Regunaga

 

Después de la experiencia con entradas pagas en la muestra de Picasso, ¿está pensando implementar esa modalidad?

Si la entrada paga permite que una muestra sea viable, sí. De lo contrario, no tiene sentido. Con nuestra colección no tiene sentido, sí tiene sentido tener sponsors, colaboraciones, que el museo pueda vender su catálogo, su merchandising. No todo el mundo puede viajar y ver determinadas obras, entonces si por seis o siete dólares podés tener acceso a parte del patrimonio mundial más importante en artes plásticas y visuales, no solo no hay nadie en contra sino que, al revés, mucha gente compraba para apoyar. A veces teníamos 1.000 personas dentro del museo.

Ha habido muestras de Petrona Viera, Lacy Duarte, María Freire… Justo en los últimos tiempos se ha cuestionado el lugar que históricamente han ocupado las mujeres en el arte, también el de los artistas afro. ¿Son temas que se plantea como director?

Creo que es un tema de justicia, de ser justo con la producción que se ha desarrollado. Somos un país joven, tenemos poco más de cien años de producción nacional y además en el siglo XX se da que las artistas mujeres dejan de ser autodidactas y empiezan a poder ir a clase, a tener profesores, dedicarse a eso y empezamos a tener artistas de primer nivel como Amalia Nieto, María Freire y muchas más. Hace unos años me invitaron a una charla de la Unesco sobre el techo de cristal y nos pidieron indicadores y los indicadores eran terribles, porque estaban las obras, estaba el trabajo de esas artistas, pero estaba invisibilizado por determinados motivos. Hay un canon que tiene el museo que dice quiénes son nuestros mejores artistas, pero ese canon es bastante egoísta y en realidad hay varias narrativas, no una sola. Nosotros no inventamos a Petrona, a la gran artista que es, pero lo que sí podemos hacer es darle el lugar que debe tener, que es otra cosa. Entonces empezamos a trabajar con nuestros curadores, en especial María Eugenia Grau, que es la encargada del área, e invitamos a otras y otros a trabajar con la colección. Así es que empiezan a ocupar el lugar que tienen que ocupar.

Un dato terrible es que el MNAV se creó en 1911, abrió sus puertas en 1914 y recién la primera muestra individual de una artista uruguaya fue en 1995, de Amalia Nieto; eso es fuerte, hubo casi 140 muestras antes. Ahí hay una injusticia. Al 2010 no llegaban a 30 y del 2010 para acá ya estamos casi en las 40, mientras que antes casi no hubo presencia. La obra de Petrona está en el museo desde 1966 y nunca se había hecho una muestra individual. ¿Por qué? Hay 1.000 obras, ocupa la sexta parte de toda la colección y tiene las mejores credenciales. No es desplazar lo que está, sino pensarlo, ponerlo en cuestión desde el punto de vista del análisis, de la reflexión y proponer otras líneas. Se está revisando, a veces de forma más violenta como estamos viendo ahora con los monumentos.

 

Exposición Lacy Duarte

 

María Freire – Composición 17 de julio

Para una generación de niñas debe ser importante ver a artistas mujeres en el museo.

Sí, ya es definitivo el cambio, se lo apropió la gente. Es un museo pequeño, son 2.500 metros cuadrados de espacio positivo, pero lo peor que podés hacer con los artistas es no exhibirlos, que estén décadas y décadas guardados -por más que estén bien guardados-. Tienen que circular y lo hacemos, desde el año pasado tenemos una filial en Durazno y hemos llevado parte de la colección a San José, Río Negro, Florida y Soriano.

¿Cuán importante es descentralizar?

No es el Museo Nacional de Montevideo, es el Museo Nacional. Tenemos que hacer el esfuerzo y es un mandato que las obras de las colecciones públicas circulen por todo el país. Un ciudadano en Rocha o Colonia tiene que poder tener el mismo acceso que un montevideano. Hay que fortalecer esa estructura de circulación y apoyarse en salas que estén bien iluminadas, con seguridad, que haya programas educativos. Las veces que lo hicimos fue en cooperación con departamentos de Cultura de otras intendencias y funcionó muy bien.

¿Y cómo vio a esos museos?

Depende de los casos. El Museo Eusebio Giménez, de Mercedes, está muy bien, tiene las condiciones de primer nivel, igual que otros museos como el Agustín Araújo, de Treinta y Tres, o el María Irene Olarreaga Gallino, en Salto. Así como cuando viene Picasso nosotros estamos obligados a tener mayores medidas de seguridad, estas exposiciones les sirven a los museos para aprovechar y mejorar. Nosotros acompañamos los procesos. En esta administración va a haber un acento muy importante en la circulación y es importante que todos los ciudadanos tengan acceso. Es muy especial también mostrar obras donde fueron pintadas, como las lunas de Cúneo a un par de cuadras del Santa Lucía.

 

Rafael Barradas – Hombre en la taberna

 

Invertir en los museos es importante, pero ¿cuáles son las prioridades?

Sí, por ejemplo, con los peines que compramos para almacenar las obras. Es algo que va a continuar, la idea es darles continuidad a estos proyectos para terminarlos y que las obras estén guardadas de la mejor manera. Como todo gran proyecto no corresponde solo a una administración, igual que la buena iluminación y la accesibilidad. Antes la guarda de la obra era muy mala, sufría mucho y hubo deterioros varios, tuvimos que tomar medidas drásticas y apuntar a los estándares internacionales de guarda. Además, eso permite a los investigadores trabajar viendo la obra original y no imágenes, que no es lo mismo.

¿Da el presupuesto para hacer ese tipo de inversiones o tendría que aumentar?

Acá tenemos un presupuesto de funcionamiento y de inversión, pero todo el mundo siempre quiere un poco más de dinero para hacer las cosas que tiene que hacer. De todas maneras, con el dinero que ya está asignado creo que hay que ser inteligente y tener claro el orden de prelación, no hay que desatender el resto de las áreas sino trabajar en varias líneas, hacer un plan a corto, mediano y largo plazo.

Enrique Aguerre en el almacén del MNAV. Foto: Adrián Echeverriaga

¿Ampliarlo es una posibilidad?

Es una deuda pendiente y cada administración se lo plantea, incluso trabajamos con la Facultad de Arquitectura en un momento. También es una posibilidad crear museos nuevos, de planta nueva como se le dice. Ahora hay un proyecto fantástico del Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano, diseñado por Carlos Ott donde es la Fundación Atchugarry, que va a ser una maravilla.

Los museos son lo que son porque todos los uruguayos y uruguayas hemos decidido que así lo sean a lo largo del tiempo, no hay malos y buenos. Es muy diferente el lugar que tenían en los 70 al que tienen ahora, la ciudadanía pidió otras cosas, como accesibilidad o poder tomarse un café. Antes los estándares de seguridad, por ejemplo, eran bajos y eso nos dejaba fuera de varios proyectos. Ahora el MNAV está en la lista de museos de América Latina que están en condiciones de recibir muestras de un nivel muy importante.


Proyecto del Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano

Hace no mucho se creó el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC), que funciona dentro de lo que era la Cárcel de Miguelete.

Que cumple un rol muy importante en cuanto al arte contemporáneo, porque es importante que si alguien viene a visitar nuestro país tenga la oportunidad de ver quiénes son los artistas contemporáneos, expuestos de la mejor manera posible. Bien puede ser en un anexo al EAC, como Museo de Arte Contemporáneo, con otras características, una colección permanente que acompañe la producción más nueva -que es lo que tiene el EAC-. Tenemos todos los premios nacionales de Arte, que son adquisición, almacenados en el MNAV, pero si yo arranco en 1865 no llego nunca a 2020.


EAC – Montevideo

¿Hay proyectos?

Sí, hay. Y ahí volvemos a lo que decía antes, es algo que también pide la gente. Hoy si querés mostrarle arte contemporáneo a alguien, tenés que llamar a colecciones privadas como Engelman-Ost y pedir que te muestren. Eso tendríamos que tenerlo, tenemos que pensarlo.

A la hora de adquirir arte, ¿es más difícil asignarle un valor al arte contemporáneo que a piezas de otras épocas?

Desde los museos tenemos la obligación de ir completando las colecciones de la mejor manera posible. Hay un matiz importante en cuanto a la palabra valor; está por un lado la cotización o el precio y por otro el valor, son dos cosas diferentes. Nosotros no somos ingenuos pero no nos importa el precio, nos interesa el valor de un artista, que si en un momento tuvo un rol muy importante y produjo determinadas obras, seguramente estas sigan teniendo valor. A veces nos puede suceder al revés, que no detectemos el valor de obras o artistas más en los márgenes, más underground, pero es nuestro rol estar atentos a la producción y estimularla a través de los premios. También hay un gran desarrollo de ilustradores, fantástico, y tenés que darles un lugar y escucharlos, lo mismo con el arte callejero o la performance, que son modalidades a través de las cuales se expresa una sociedad en determinado momento histórico.

Ahora se mira hacia otros lados, algo que no sucedía antes.

Antes era más restrictivo, se cerraba la mirada y ahí te equivocabas más. Los profesionales del arte tenemos las mismas dificultades que el público en general con propuestas, porque es arte, porque está vivo, porque cada vez hay más y se desterritorializa, se desinstitucionaliza, está en la calle. Pasa lo mismo con la literatura, antes era importante editar un libro pero ahora tenés formatos digitales, editoriales autogestionadas. Yo vengo de un colectivo de artistas de principios de los 2000 que se autogestionaban por necesidad, porque no teníamos espacios, entonces nos encargábamos del alquiler, el flete, pensar cómo montar la obra, hacer pequeñas publicaciones.

¿Esa experiencia le sirvió para aprender a hacer mucho con pocos recursos?

Sí, es que no había plan b, te decían: «Agradecé si tenés un espacio». Nosotros ahora nos preocupamos porque se profesionalicen, que el diseñador, la traductora y el corrector cobren por lo que hacen, que estemos orgullosos de lo que mostramos. Esto redunda en miles de beneficios y ha creado mucho trabajo alrededor de las artes, hay muchos oficios.

¿Cómo ve la formación en Uruguay?

La academia en Uruguay es muy incipiente, me gustaría que haya una carrera de Historia del Arte o de Curaduría, que la podés estudiar en Estados Unidos y te sale 30.000 dólares al año, pero tiene una inserción laboral. Creo que hay que profesionalizarse aún más en museología, archivo, restauración. Necesitamos que haya gente que se forme en el exterior y vuelva o traer referentes a trabajar aquí y formar gente para tener opciones.


Pablo Picasso – Las Meninas (María Agustina Sarmiento)

¿Por qué no se ha dado?

Tal vez nos demoramos porque los museos no cumplían, eran vistos de otra manera. Es injusto juzgar lo que hacían hace varias décadas porque era una diferencia muy grande, yo creo que tomamos conciencia de la importancia del arte y de la cultura. Ahora con la pandemia quedó demostrado que fue un refugio y fue un lugar fundamental incluso para interactuar con nuestros amigos o familia, nos dimos cuenta de lo importante que era ir a un concierto, a una librería o a una galería. Lo es desde lo económico y lo es en el sentido de que la ciudadanía no puede vivir sin ello, se puede en condiciones extremas, pero se pierde en calidad de vida. La cultura es libertad en su máxima expresión. Y entonces es importante ir mejorando, que vayas a un teatro y que se escuche bien, que se vea, que haya buenos servicios; empezamos a exigir más. Que un folleto nos explique, que se contemple a la gente con discapacidad visual, auditiva o motriz, que haya visitas guiadas. Y eso está muy bien.

¿Dejó de producir obra estando al frente del museo?

Sí, sublimo de otra manera, en los textos para los catálogos, colaborando en lo que hacemos para las redes. Es que no me da el tiempo para pensarme a mí, es muy demandante un museo. Somos un equipo de 20 personas y todos estamos saturados, tenés que leer, que estudiar, ponerte al día, yo tengo que saber bastantes cosas, dónde están las 6.700 obras del museo, qué necesidades tienen. A eso se le suma todo lo administrativo con el ministerio, si te quieren ofrecer una donación, colaborar con instituciones.

Pero más allá del sacrificio, se nota que hay una satisfacción.

Tenés que ser apasionado del tema para hacer la diferencia. Yo soy crítico, pero nunca voy a usar este lugar que momentáneamente tengo para atacar o desautorizar. También reconozco que haya gente que no está de acuerdo con lo que hacemos o que pueda tener otras ideas, lo reconozco, pero en lo personal me cuesta mucho. Desde lo oficial prefiero usar los recursos que tenemos, el espacio, la legitimidad, para estimular, dar a conocer, difundir, investigar. Quiero estar del lado luminoso. Estoy suscripto a los medios, pago entradas, compro libros, participo y es algo que me gusta, vivo la cultura. No creo que sea un accesorio lujoso.

Soy un gran defensor de los jóvenes en este país, conozco muchísimos que estudian, que trabajan, que arriesgan y tienen propuestas laborales que no entiendo ni qué son (se ríe), pero es un mundo muchísimo más duro para ellos y hay que tener eso en cuenta, por eso siempre trato de colaborar con ellos. El cambio está ahí, en la relación de la gente joven y los niños con la cultura, que tiene que ver con el placer, con la emoción, con la rebelión. El arte te da esa posibilidad, de vivir varias vidas en una.


Catalogo

 

VIDEOS > https://youtu.be/uIRmOiCqbWQ (Museo Latinoamericano 4:18)

https://youtu.be/oxzttXTbF8E (Petrona Viera – 4:35)

https://youtu.be/uuJRpR5Arwk ( Pablo Picasso – 2:26)

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