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Té & BARRO para honrar el encuentro

Morada Mía es una Casa de Té, conectada con lo simple y esencial de la naturaleza, al abrigo de un monte de eucaliptus y un cañaveral, donde la mirada se pierde en la puesta de sol, y donde solo se interpone la silueta de los caballos pastando en el picadero.

Este emprendimiento dirigido por Alejandra Silva, deja al visitante una sensación de paz indescriptible.  Al mediodía y a la tarde ofrece una variedad de tés, infusiones, bocados y exquisiteces caseras cuyos aromas se insinúan apenas se traspasa la portera. Sí, porque es una casa de té de campo, ubicada en la localidad de Sauce (Canelones), a tan solo 30 kilómetros de Montevideo, un lugar por sobre todas las cosas diseñado para honrar el encuentro.

 

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Sauces y álamos se suman a los eucaliptus y cañas que se distribuyen por las tres hectáreas del predio, en que el espacio de la casa de té ocupa 35 m2 asentados en barro y rodeados por un deck donde la mansa contemplación y la reflexión son un verdadero regalo. Una huerta de hierbas aromáticas, que Alejandra armó al abrigo de la galería de su casa, del otro lado del picadero, provee de romero, orégano, lavanda, ciboulette y tomillo a los platos y especialidades, que transmiten gran dedicación y el concepto slowfood en todo su esplendor.

Así, desde el almácigo al plato, tomate, morrón, albahaca y calabaza son parte fundamental de la propuesta gastronómica, que, cultivados allí, hacen la diferencia en la elaboración y presentación de platos y bocadillos. “Solo luego de mi mate dulce, meditar y agradecer poder escuchar el concierto diario de los pájaros, comienzo cada día. El cosechar, elaborar el menú y agenda de reservas, coordinar los talleres y ocuparme de mi hija, intercalando también congresos y capacitaciones del acompañamiento equinoterapéutico para mantenerme actualizada en la formación, son mi razón de ser”.

Una estufa a leña, un cristalero antiguo y una fusión de sillas que abarcan desde versiones de los años sesenta a otras más actuales y rústicas, hacen a un interior sumamente “cozy”, entre manteles floridos y piezas de vajilla antigua. Los accesorios y muebles antiguos fueron encontrados en remates y subastas, otros fueron regalos de gente allegada. Permanentemente Alejandra incorpora nuevas piezas y juega con decenas de combinaciones, las encuentra, la encuentran, o le llegan de parte de quienes piensan que en Morada Mía tendrán un uso más emotivo.

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Una casa de té construida como minga-taller

Se le llama así a la modalidad que varias comunidades nucleadas en torno al compromiso con la biodiversidad y el valor humano que la sostiene, se organizan en equipo para construir y proyectar un estilo de vida en contacto directo con lo autóctono de un lugar. En esta “minga taller” nos dio una gran mano Francisco Nuñez, tanto en la organización como en el desempeño de las tareas. No tuve más que avisar que nos juntábamos para empezar la revocada, de lo que hasta entonces era un rancho solo de paredes de caña, y fue una jornada increíble. Fue un gran empuje para tomar impulso, y ver hecho realidad el sueño de una casa de té para ofrecer almuerzos y meriendas de campo”.

Alejandra y su familia participaron de todo el proceso de construcción de Morada Mía. Con las propias cañas del cañaveral se levantaron las paredes, que luego fueron revocadas con barro, a través de una mezcla amable con la fibra y el abono necesario.  Así, con el plano en la cabeza y pisando el barro, se conformó un espacio sumamente acogedor, con la tierra que se impregna en todos los sentidos. Los ventanales y vitrales estaban allí abandonados, probablemente de una construcción anterior, “los restauramos y le devolvimos su función”, comenta Alejandra, recordando emocionada cuando junto a sus pilares (su marido y su mamá), tíos, primos, amigos y hasta un vecino, que sin conocerlos en profundidad les regalo un fardo grande de paja para el adobe, la casa de té quedó finalmente en pie. “Jamás había visto a mi madre pisando barro. Terminamos con un fogón mate, y naturalmente con una ronda de devoluciones de mucho amor, nunca olvidaré esa tarde” agrega.

Tan solo antes de que la construcción en barro se pusiera de moda, para desarrollar su técnica Alejandra acudió a los más sabios, a sus abuelos, a sus tíos, y a todos aquellos que pudieron contarle sobre la conexión con la tierra en el acto de construir. Recuerda aquel rancho de barro de su tío Carlitos, los fogones con interminables tertulias, que vaya si fueron dignos de aprendizaje, ese mas puro, el que se compara con un oficio que se transmite de generación en generación.

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Las palabras escritas a mano en un eucaliptus son de origen hawaiano. Remiten a una técnica de resolución de problemas basado en la reconciliación y el perdón. “Yo estoy convencida que esas palabras tienen una vibración que trabaja aspectos importantes como el amor, el perdón y el agradecimiento. Escribí las placas a mano y las coloqué al amparo del bosque, en la entrada, y sé que solo con el hecho de leerlas hay aspectos que comienzan a trabajar en nosotros”, reflexiona Alejandra.

 

“Reconocimos la generosidad de la Madre Tierra. Le pedimos permiso al lugar, lo intervenimos con amabilidad, entendiendo que todo lo que había por algo estaba allí, como esperándonos”.

 

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Pero Morada Mía es mucho más que una casa de té. También es un centro de desarrollo personal asistido con caballos. Poder trabajar con este animal fue un sueño perseguido desde hace tiempo por esta joven emprendedora. Este es el lugar que eligió para ver crecer a su familia y a la vez poder desarrollar una técnica de sanación y autoconocimiento a través del contacto con el caballo, no la tradicional equinoterapia, sino un coaching a pie del caballo, sin montarlo. Y fue este vínculo con el caballo que dio paso y nombre a Morada mía, espacio que destina también a talleres, jornadas de campo, encuentros de yoga y meditación. “Tengo dos yeguas que conviven muy cerca de nosotros. Ellas pasan su tiempo en el campo, tranquilas. Todos los días conecto con ellas, ya sea entrando al corral para ejercicios, o llamándolas al son de una melodía que les suelo chiflar. Son parte importante de lugar, de nosotros, y de visitantes que han estado por aquí. Para desarrollar mi técnica acudí a los más sabios, a los abuelos, a los tíos, a todos aquellos que pudieron contarme y trasmitirme del aprendizaje con este animal, como lo hacían sus ancestros”.

Una infusión de pomelo, jengibre y menta, y luego un fresco abreboca en base a yogurt natural con mix de frutos secos y de estación, son detalles de una cordial bienvenida a esta original fusión entre el té y el barro.

 

Morada Mía – 091993248 – FB/Morada Mía Casa de Te

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