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Una PRADERA en Rio Negro

Las nativas encuentran en las praderas del litoral uruguayo una recreación espontánea del paisaje de campo. En su diseño, tan silvestre como premeditado, radica la belleza paisajística que en la mayoría de los casos comienza con un diminuto almácigo.

Cada vez más, la corriente conocida como Naturalismo se introduce en el inabarcable mundo del paisajismo y la jardinería, sea la extensiva, la residencial o la académica, e incluso alcanza a los metiers vinculados a la cadena de producción de semillas. Investigadores y viveristas desarrollan una intensa tarea en esta área, tal camino de hormiga, para abastecer las necesidades de diseño y uso por parte de profesionales y adeptos a las más autóctonas de las especies, las que crecen espontáneamente en el lugar. Sin embargo, para el diseño se requieren volúmenes importantes, y aquí es donde la cadena falla. Por esto, entre otras cosas, nos trasladamos al litoral oeste y charlamos con una apasionada y estudiosa de las nativas, cuyo entusiasmo no decrece en absoluto, pese a algunas dificultades.

En la localidad de Averías, cercana a Young, en el departamento de Río Negro, María de la Peña nos recibe en su casa, donde reside con su familia intercaladamente con Montevideo. Se trata de un establecimiento en medio de campos de producción agrícola-ganadera que desde 1900, y a través de cuatro generaciones, han sido trabajados por la familia de su marido.

María es Licenciada en Comunicación pero su vida transcurre dedicada enteramente al paisajismo y el diseño de jardines en todas sus formas, especialmente aquellas con el potencial de incorporar el uso de flora nativa. Nos cuenta que cuando llegó por primera vez al lugar “el jardín estaba muy en sus comienzos y decidí seguir dándole forma.
Era totalmente neófita entonces. Una vez instalados, íbamos poco a la ciudad, y al no poder comprar las plantas que iba necesitando, la ansiedad de ver resultados hizo que incursionara en la reproducción vegetal, tanto por semillas como por esquejes. Y esto fue lo que me enamoró. Y me enamoré de las plantas, de sus tiempos, de su estética y de los beneficios que nos aportan”.

Salvia uliginosa: herbácea de crecimiento rápido como pocas. Da mucho volumen a los canteros y praderas. Florece desde comienzos de primavera a mayo si no hace frío. Muy resistente a la sequía.

 

El naturalismo tiene cabida en cualquier
jardín y en cualquier lugar. Los resultados
son jardines muy etéreos, y como siempre
manda y se impone la arquitectura, con
estos jardines logré alivianarla. Este mix,
desde mi mirada es perfecto.

 

Alma Verde

María solo había plantado exóticas por hobby, pero su pasión por el paisajismo surgió verdaderamente del contacto directo con estas extensiones de pradera, y junto al desafío de embellecer los alrededores de la casa principal. Luego de unos años, en un regreso a Montevideo decidió prepararse, y ya hace 14 años que se dedica a esto con la pasión nacida como amateur pero con el compromiso de una profesional en lo que hace. “Cuando tuve mi primer clase de nativas, supe al instante que esa sería mi área favorita dentro de esta actividad”.

Estudió en la Escuela de Jardinería del Sur (que dirige el paisajista Fernando Bianco) y luego siguió formándose esporádicamene gracias a los workshops que la misma escuela organiza con reconocidos profesionales de la región. Allí trabajó algunos años asistiendo a Bianco en la organización de seminarios y cursos de paisajismo y dio clases de Jardinería, además de una corta participación en la Universidad de la Empresa (UDE) dictando la materia “Parques y Jardines” de forma compartida con el paisajista.

En 2019 participó de la primera edición de Expo de Flores y Jardines (realizada en la Chacra Elías Regules) presentando el diseño de un jardín inspirado en el campo junto a las paisajistas María de la Paz Santoro y Andrea Sasson. En este 2020 incursionó además en la organización de visitas didácticas a jardines en el exterior con un primer destino agendado en la provincia de Buenos Aires.

Las nativas en la tradición del campo

Campo adentro, una pradera de nativas es el paisaje mismo, es donde por obra del diseño se contempla la riqueza estética y la experiencia del entorno. “En estas praderas pongo en práctica lo que me gusta y me motiva como jardinera y como diseñadora de jardines. Pruebo, corrijo, y si no me convence lo cambio”, expresa María a quien la vida devolvió a sus raíces de campo, y para su sorpresa, las nativas le salieron a su encuentro. “Creo que lo llevo en la sangre, mi familia es muy de las tradiciones, mis padres vienen ambos de familias de campo, y esto ha influido mucho en mí: valorar lo nuestro es parte de mi educación. Y ahora lo nuestro es el mundo verde, son las nativas. Ellas tienen mucho para ofrecernos”.

Diseña jardines plasmando la mayor sustentabilidad dentro de las posibilidades del lugar, y dependiendo de los gustos del cliente. Si hay una plantación existente, respeta y ajusta el diseño a ella. “Siento que no debo olvidar el pasado de ese jardín, ya que es su historia y la de la familia. Muchas veces movemos los elementos vegetales ¡como piezas de ajedrez! No es por capricho, sino por necesidad”.

Parte de su búsqueda es que el jardín se identifique con la zona geográfica a la que pertenece y con la dinámica familiar que lo va a disfrutar. Sus trabajos se reparten de forma bastante equitativa entre jardines urbanos y rurales, estos últimos los considera más complejos de implementar, fundamentalmente por los vientos fríos, las heladas y la escasez de personal para encargarse de ellos. Una realidad que hace la diferencia es si se trata de una residencia permanente y no de temporada, que por ende son claramente dos planteos diferentes de jardín.

En esta imagen donde las santolinas se ganan el primer plano, indivisa y lejos, pero extensa y densa como un tapiz, se aprecia la pradera plantada y sembrada con especies variadas: Campuloclinums macrocefalum, Verbenas rígidas, Bonaerensis y Montevidiensis, Eupatorium subastatum, Nierembergias, Lupinus, Pavonia hastata, Salvia uliginosa, Chrysolaena flecxuosa, Oxypetalum andropogon lindmani, Deyeuxias, Sisyrinchium, Carquejas y Baccharis spicata entre otras tantas que van apareciendo espontáneamente del banco de semillas que todo suelo tiene, nativas que María en general deja crecer excepto que aparezca alguna muy invasora.

 

Verbenas bonaerensis: herbácea elegante de largos tallos. Su floración es de las más largas (desde comienzos de la primavera hasta mayo inclusive), si no hay grandes fríos, y es muy resistente a la sequía. En enero, recomiendo una poda de 1/3 de la planta (y un riego posterior), así vendrá con mucho más vigor en el otoño.

 

Para trabajar esta pradera de suave ondulación, María siempre supo que el diseño del jardín de campo -ubicado contra la casa y que disfruta de las mejores vistas- debía seguir líneas orgánicas “porque se llevan muy bien con las formas existentes en el campo, razón por la cual una piscina redonda se adaptó a la perfección, además de un criterio silvestre a la hora de elegir las plantas”. Si bien desde el comienzo agregó muchas exóticas a las ya existentes en el sector mas próximo a la casa, después incorporó las nativas y más recientemente armó la pradera naturalizada, donde solo plantó herbáceas y gramíneas nativas, que se fusionan tanto en paisaje como en sustrato con el campo que la rodea.

La casa principal es un quincho de planta longitudinal en forma de T, bordeada sobre uno de los lados por dos grandes canteros de Agapanthus y un cantero central con mezclas de gramíneas exóticas (como las Santolinas) que fueron diseñados en una primera etapa del jardín, antes de sus cursos. Luego de ellos, y tras descubrir el potencial de la flora nativa, fusionó en los mismos canteros variedades de herbáceas y nativas, y todas se adaptaron a la perfección al Movimiento Naturalista que desarrolló en este paraje rionegrense.

 

 

¿Por qué nativas?

María está convencida que fue amor a primer vista y nos comparte las 5 razones por las cuales se volcó decididamente a ellas:

  • Siempre se ADAPTAN fácilmente a las condiciones de suelos y el clima.
  • Son AMIGABLES con el medio, ya que no son necesarios químicos de ningún tipo para que crezcan y fructifiquen.
  • El RIEGO solo lo necesitan en los primeros meses de plantadas, luego se las arreglan por sí solas.
  • Son LOW COST, y por ende, son más sustentables que las exóticas.
  • La ESTÉTICA se aprecia tanto en cada ejemplar como en un conjunto de ellos, logrando borduras o matas con increíble colorido y textura.
  • Atraen la FAUNA de la zona. Cada vez tenemos más mariposas, y pájaros de los que adoro sus cantos.

Canteros y borduras desde la nada

La ubicación y clima de Uruguay parecieran hacer posibles los jardines naturalistas, tanto río arriba por el litoral oeste, en paisajes serranos y de quebradas, en la costa rioplatense y también en la oceánica. El naturalismo contemporáneo se instaló hace unos años bajo la mirada experta del inglés Nigel Dunnett y el holandés Piet Odoulf, de quien Maria referencia: “ellos hicieron grandes trabajos por el mundo, el movimiento del cual son grandes referentes está avanzando a pasos agigantados. Su principal bandera es la sustentabilidad. La corriente le dio orden al trabajo y hay investigaciones muy interesantes”.

 

La tarea de María es ardua y diaria porque se animó a producir sus propias plantas, haciendo almácigos a partir de semillas que junta de sus herbáceas ya frondosas e incluso recolectando en las banquinas de la ruta, todo para encausar la producción de estas familias de nativas cuyo cultivo es casi inexistente. “Estas tienen mucho para dar”, explica refiréndose a esas que contempla desde que solo un poco de tierra las cubría, y luego lleva a una amiga viverista para que se encargue de los pasos que siguen en temperaturas y condiciones apropiadas. “Nos gusta como se fusionan con las vistas de los cultivos del campo, este sector nos da mucho trabajo”, relata.

“Cabe aclarar que no es lo ideal extraer la planta entera de su lugar (de la banquina por ejemplo), para algunos es un acto de depredación, pero yo considero que estoy preservando nuestras plantas. Una vez en el jardín acudimos a cuidarlas, las reproducimos y difundimos”. Aquí su marido es el gran ayudante del proceso ya que es quien registra fotográficamente las plantas que ve por el camino, y pueden representar un nuevo hallazgo, y luego (pala en mano) vuelve en busca de ellas. Todo un trabajo en equipo, ya que ella no vive permanente en el campo y él es quien las cuida en su ausencia.

Mousse de Arazá

Necesitamos ½ kilo de fruta cruda sin semillas. Las licuamos con 1 lata de leche condensada. Agregamos 2 claras batidas a nieve y llevamos al freezer. Rinde entre 8 y 10 porciones.

Estos frutos color rojizo son del árbol Arazá (Psidium catleianum), que crece hasta los 3 metros de altura dependiendo del suelo. Es de hoja persistente, muy vistosa por su brillo. Fructifica en marzo y abril, su fruto es delicioso, con alto contenido en antioxidantes y minerales, vitaminas A, B1 y C e ideales para preparar una deliciosa mousse.

 

Nos dio curiosidad saber cómo llegan las nativas a un jardín en la fase de proyecto, porque lo cierto es que estas composiciones tan salvajes como desordenadas no siempre logran encajar en los tradicionales parámetros estéticos del diseño asociado a la estructura, a los portes geométricos, a las líneas ortogonales o a la podas que definen formas perfectas como en el jardín inglés u otros tipos de jardines clásicos. Para María todo esto comienza en la primera entrevista cuando plantea los beneficios de la sostenibilidad, y la charla por sí sola deriva en las nativas. Sin embargo, la importancia (o tal vez su fórmula exitosa), es proponer la mezcla con plantas no nativas. “Es casi imposible diseñar un jardín solo con lo que la naturaleza desinteresadamente nos provee. La complejidad radica en que no es grande el caudal de pedidos de estas plantas, entonces los viveros no las producen sostenidamente, por lo cual la mezcla es la que gana, a veces con tiempos bastante dilatados en el proceso de diseño tras la búsqueda de las variedades proyectadas”, explica.

“Tampoco es un pecado usar exóticas, solo hay que conocer las especies. Hay algunas muy invasoras y aquí si me resisto. Es una obligación que deberíamos tener todos los que trabajamos en esto: ser implacables con algunas como el ligustro y las acacias triacantus (llamadas Espina de Cristo) que están matando nuestros montes nativos, y con ellos muere la fauna y muere el equilibrio”, agrega esta gran entusiasta de la jardinería que en su cuenta de Instagram las difunde, muestra su estética y explica sus virtudes. “Muchos me lo agradecen, y es señal de la trascendencia que están teniedo. ¡Tenemos una flora excepcional y no la conocemos!”, recalca, convencida del poco conocimiento y la falta de procesos de investigación y difusión de su germinación, pero con la sensación a flor de piel de que quien siembra, siempre algo cosecha: “de 100 semillas si nacen 10 plantitas es una bendición”.

“Yo creo que los yuyos no son malos y el invierno no es feo (las plantas también los necesitan). Las abejas, las mangangas orugas y decenas de especies de pájaros para mí son bienvenidos aunque se coman algunas plantas. ¡Busco siempre el equilibrio! Creo que el hombre se siente dueño de la naturaleza, y es un error, somos parte de ella y deberíamos respetarla más”, reflexiona María, convencida de que este camino de temple naturalista a la larga tendrá buenos frutos en Uruguay.

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